Pollo en jaula de ¿oro?... no, dejémosla de plata. Con comidita y agua. Solecito en el balcón… pero… … … ¡jaula al fin y al cabo!
¡Típico tópico!
Cuando la jaula se abrió y salió el pollo se dirigió a un sitio y a otro a toda velocidad, pero no iba a ninguna parte, sólo daba vueltas de acá para allá.
No sólo vio que no sabía volar si no que, además, lo más penoso para él, era un ave de corral: “UN POLLO, al que habían tratado como a un pájaro cuando estaba en la jaula”.
Un pájaro enjaulado puede llegar a volar, pero un pollo no.
Este pollo, en su frustración, no sabía qué era realmente y pensó:
“¿Soy pollo en cuerpo de pájaro, pájaro en cuerpo de pollo, pollo disfrazado de pájaro, pájaro disfrazado de pollo? Buscaré un espejo”.
Cada espejo daba una imagen distinta en cada momento. No todos reflejan lo mismo. Pero, a veces, incluso mismos espejos daban imágenes distintas de él.
Pensó: “Los espejos no son fiables, mienten”
Recordó el cuento de “El patito feo” y fue a mirarse en el agua…y… ¡sorpresa!, ¡NADA DE NADA! Los cuentos son cuentos.
Después de tanto tiempo ni había crecido.
“¡Eso es!, cuando crezca sabré qué soy. De pequeños todos somos pollos… de cigüeña, de avestruz, de águila, de buitre, de… etc., etc.
POLLO DE AVESTRUZ
POLLO DE CIGÜEÑA
¿Pero cuándo creceré? ¿Quizás me haga mayor sin haber crecido y me muera sin saber nunca qué soy?
En fin… ¡me conformaré con ser un pollo, que es lo que sospecho que soy! Pero he de buscar la forma de asimilarlo… ¡otro problema para mí!: ¿cómo busco esa forma y dónde?
¡QUÉ FASTIDIO!
CONCLUSIÓN:
En el fondo del cuento uno no sabe qué pensar, si ¡qué pena de pollo! o ¡qué pollo de mierda!
Quiero beber los últimos sorbos que me quedan apasionadamente y sin desperdiciar una sola gota. Lamer lo que queda en las paredes de la copa para no dejar nada.
Quiero vivir mi tiempo sin dejarlo pasar, correr, volar….
No puedo dominarlo, pero sí controlar mi estancia en él. He de sujetar bien las riendas.
¿Habré aprendido algo en el tiempo pasado?
¿Cuánto me queda?: menos que antes.
Pero he de elegir bien con quién quiero compartir mi tiempo en este último tren. Sin despreciar a nadie, no puedo aislarme.
De este mundo sólo me llevaré lo que pueda aprender y lo que mi corazón ame sin egoísmo, sin posesión.
No nos engañemos…, no hay más leña que la que arde, pero ha de arder y dar luz y calor abundantes. No se puede vivir en la oscuridad y ateridos de frío.
No se puede vivir lamentando el resto de los días lo que no se ha hecho con anterioridad y sin poner los medios para evitar caer en los mismos errores.
No hay marcha atrás en el tiempo.
No se puede recuperar el que se ha dejado perder. El nunca es tarde no es cierto, sólo es el deseo de dar marcha atrás lo que impulsa a saltar al vacío que antes asustaba o daba pereza zambullirse en él.
No, no nos engañemos… ¡no hay más leña que la que arde!
Están “las habas contadas” y… no hay más.
Sólo queda saborear bien las que quedan antes de tragarlas.