¡Bien Venido!

¡Bien venido!

Te invito a compartir unos momentos de soledad en el desierto.
Sumérgete en su quietud mientras preparas tu vuelo


viernes, 25 de mayo de 2012

Bella olvidada














Noto que este blog está cambiando de aire.
De andar por la luna he bajado a caminar a la tierra de donde, parece ser, nunca me he marchado.

En la jaima que habito, sin prisa, y frente a una taza de té o café, caben muchas ideas, muchas historias. 
En este inmenso desierto de nuestra minúscula tierra, en su gran soledad y ruidoso silencio,  hacen eco los pensamientos, y, al mismo tiempo, este mismo desierto, recoge los murmullos exteriores trayéndolos a la jaima para contemplarlos tranquilamente.


En este templado sosiego, recuerdo la historia de una bella fría, distante, luminosa, silenciosa. Silenciosa, porque los que alzaban la voz tuvieron que marcharse de su lado. Tan silenciosa es que se escucha volar a las moscas y caminar a las hormigas donde ella está. Esa generación de  hormigas que  no saben lo que es el pan porque ya no hay habitantes que lo coman y ahora se dedican al almacenamiento de trigo, cebada y pipas de girasol para cuando  llegue el invierno.

Aquella bella enamoraba a los viajeros.

Los poetas  le cantaban poemas y contaban preciosas historias de las que ella era la protagonista.

Es bella, ¡pero tan fría! ¡Tan silenciosa!
Ella enamoraba  a todos los caminantes sin tan siquiera mirarlos.

Es una bella , de nuestro minúsculo planeta del pequeño Universo, custodiada por duendes. Esos duendes, enanos, la cuidan y anclan sutilmente para que no pueda volar y quedarse ellos sin el reino en el  que habita y que ellos dominan. Una bella reina, callada y sumisa, de sus manos sujeta.


Con zalamerías la engatusan para que no ponga sus ojos en nadie más que en ellos. Ella se deja querer, y sus ojos claros y luminosos se ven velados por esa pena voluntariamente ignorada, y languidece en el sueño del tiempo.
Una hermosa bella custodiada por pequeños duendes que, sutilmente, también, echan de su lado al casual gallardo caballero que a ella se acerca, por temor a que escuche sus lisonjas y le siga, olvidándose de ellos.

Esos gallardos caballeros han tenido, al fin, que alejarse tristes de la bella, sin poder defenderla de sí misma ni de sus diminutos opresores.

Algunos aún siguen a su lado, consolándola en sus silenciosas penas, animándola a no caer en viejos errores. Han de hacerse invisibles entre los demás duendes para no ser expulsados violentamente por ellos y poder, dentro de sus exiguas posibilidades, seguir limpiando su bello nombre, su bello rostro, y alimentando su baja autoestima para que no se extinga.

Al final, posiblemente, terminará siendo  jactanciosa y prepotente ciudadela del mundo. Apartada por su presunción terminará siendo una de las más bellas olvidadas de este minúsculo lugar del Universo llamado Mundo.


Pero…, siempre en el horizonte, puede verse otro gentil caballero, a lomos de su Mercedes, que viene a intentar conquistarla.







Olvido
                                                                                         25 Abril 2012





lunes, 7 de mayo de 2012

REFLEXIÓN

El triunfo de los mediocres









       
                                    Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, que va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general.

                                     Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan.

    

                                      Porque son de los nuestros.

    

                                      Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado  natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.


                                       Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura. Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional. Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo.

                                    Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
                                    Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas. Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada. Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean  de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.

   
                                     Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos  opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.









(Autor desconocido)

                                                                                                    7  Mayo 2012